El Roto


Amanecer en el Lago Atitlán desde mi cabaña (2017)

El roto del Lago Atitlán no se sabe cuán profundo es.

Realmente no se sabe cuán profundo es nada.
La profundidad de la mente, de la vida, del universo…

Da miedo pensar en eso. 

El mismo miedo que me da miedo nadar en Atitlán, de flotar en el infinito sin poder plantarme.

El mismo miedo que me da pensar en la nada, aunque sea imposible su existencia. 

¿A qué le temo? 

¿Por qué la lancha me hace sentir segura si ella también flota en la garganta de ese roto sin aparente fin? 

Me recuesto de ilusiones para sentirme segura, cuando lo que necesito es confiar en que incluso en los boquetes más profundos hay vidas iluminadas con otra sabiduría. 

Riéndose de las tonterías que pasan acá arriba. 

Allá abajo ellos mismos son su propia luz, no necesitan fondo para sentirse seguros. 

La oscuridad es su luz, al igual que yo, pues aunque no me he atrevido a flotar donde no toco fondo, me he zambullido en experiencias aterrorizantes para el alma, y de ellas he aprendido a brillar con luz propia y a desarrollar la valentía que se requiere para existir en este planeta.

La oscuridad es mi luz, y estoy lista para nadar en mí aunque que nada me sostenga.



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